lunes, 10 de septiembre de 2012

Policía del relos


Resulta que viene un tipo a un kiosko, enfrenta al kioskero y le dice "buenas tardes" siendo las 4:30 de la mañana, completamente oscuro en una noche fría de invierno de esas en que se te congela la sangre y te duelen las venas. El kioskero, sorprendido, le responde "Pero caballero, son las 4:30 de la mañana" el hombre se saca los anteojos, camina y dice "El tiempo es algo creado por nosotros, y nos hicimos tan dependientes de el que si lo quitamos, cosas que hasta no piensan pueden dejar de funcionar, hicimos a la sincronizacion tan importante como el aire mismo que respiramos. Hicimos de los segundos nuestros jefes, nuestros seres queridos, preocupandonos por ellos. Entonces yo quiero cambiar, yo quiero ser independiente. Por eso te digo buenas tardes sabiendo que son las cuatro de la mañana"
   A lo que el kioskero responde: "¿Qué? ¡Le estabas hablando a la heladera!" "Perdón" dijo el cliente, y se puso los anteojos "es que sin los lentes no veo bien" continuó, dirigiéndose, ahora si, hacia el kioskero. De todas maneras, el cliente le repitió lo mismo, incluso un poco más prolongado y detallado. Una vez finalizada la narración, el kioskero empieza a reírse, la risa se hace más fuerte, las botellas revientan como granadas, los chicles se secan, las bolsas de frituras se inflan hasta explotar, los alfajores jorgito ponen cara de triste, un viento muy fuerte sale desde el lugar del kioskero, junto con una luz enceguecedora que aturde al cliente, dejándolo inmóvil y momentáneamente ciego. De repente el kioskero no es solo uno, sino tres, bastante extraños, casi antropomórfos, pero exagerados en varias partes. Con unas vestimentas similares a unas armaduras medievales. Inmediatamente uno de ellos sostuvo al cliente, mientras el otro lo escoltaba hacia el tercero, quien yacía inmovil, imponiendo su prescencia.
En ese momento dijo "Somos los guardianes del orden, fuimos asignados a guardar el planeta numero 103492 B2 y elegimos el tiempo como programa de organización. Descubrimos tu plan para arruinarnos, ahora dejarás de existir" El cliente interrumpió la emisión de este mensaje con gritos desesperados de auxilio, pero se encontraba en un vacío fuera del tiempo ordinario que recorremos todos. Además ya estaba siendo amordazado. Luego le cortaron la cabeza y lo quemaron transformando su propia sangre en un líquido inflamable, dejando sólo unas pocas cenizas como recordatorio de aquel atrevido humano.
Con solo un destello más, todo volvió a la normalidad, el kiosko estuvo ordenado otra vez, para que unos chicos entren, tiren accidentalmente un estante de papas fritas y digan
"Eh, tenés un phillip de diez?"
y el kioskero, naturalmente, con un tono que demuestra aburrimiento nocturno, responde "si, ¡cómo no!"

Kver

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