sábado, 6 de julio de 2013

La vorágine en mi almohada






La patente, azul en la pared, late al ritmo del bajo, que marca los tonos de las luces intermitentes. Las esquinas se tuercen mientras intento comprender porque repentinamente mis muebles manifiestan la voluntad de transmutar o modificar su figura. Con una mirada irreconocible me analiza Darwin, debajo suyo chorrea una bandera de bufandas. Los bordes sufren un antialiasing que los hace lucir más bellos, hasta que me percaté de que eran lágrimas.
Parecía muy tentador buscarles una explicación, tal vez lo ignore para evitar profundizar en rincones no deseados donde se refugien aquellos recuerdos que deberían haber sido olvidados. Pero, de todas maneras, aquellas en las que llegué a pensar carecían de sentido, al igual que el contorno del amoblado a mi alrededor.
Mientras las cosas se ven más claras en el exterior, más luces se apagan aquí dentro. Siento que mi corazón late al ritmo de la música y eso es relajante, sobre todo sabiendo que no está en mis planes escuchar Sunn O))).
Rostros deformes y totalmente ajenos se invitan a pasar y presentarse a medida que la almohada ocupa mi vista perisférica. Líneas rojas y blancas cubren poco a poco todo este panorama, mi cuerpo se va llenando con la misma textura, por un momento me preocupo... hasta que caigo en la cuenta, que se trata de las sábanas.

La foto tiene gatitos, dos gatitos. Tomada en mountain chain of the window.

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