sábado, 14 de septiembre de 2013

Manifiesto Rigor Mortis


Había un alambre de púas en mi garganta que se encarga de lacerarla frente al mínimo intento de expresar una opinión. Creo recordar ubicarlo allí hace unos años, aunque lo siento tan ajeno que consideré plantear incógnitas al respecto. Pero las agujas que penetran mi cráneo se hunden y presionan cada vez que lo intento. Recuerdo la última vez que lloré, las lágrimas dejaron un surco en mi rostro a modo de lección, quemando la piel a medida que descendían para caer arrastrando consigo vívidas escenas que se reproducen en mi interior de una manera desesperante. Algo similar sucedió aquella vez que reí, inmediatamente sentí como se congelaba el interior de mi cuerpo para comenzar a toser, como queriendo remediar este reciente estorbo. Desde entonces asimilo las risas con el estruendo de la tos y el rojo de la sangre helada que manaba por los orificios de mi semblante.
Ahora todo eso quedó atrás, como una película que disfruto de ver acompañado por larvas y gusanos mientras me acobijo en mis sábanas de lona.


C

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