lunes, 4 de noviembre de 2013

Intentar, para volver al inicio.


Últimamente tuve la intención de interactuar con la naturaleza, aprovechando el espacio de mi patio y las formas de vida contenidas en el mismo. Me recostaba en el suelo o sobre una reposera, por lo general escuchando música, intercalando entre el día y la noche. A veces porque había luna llena, otras porque el atardecer era digno de ser observado y otras porque no pasaba nada pero mi convicción con el tema era fuerte. Al cabo de un tiempo llevando a cabo esta actividad, puedo rescatar algún que otro atardecer o paisaje nocturno exageradamente bello. Pero lo que más recuerdo son los momentos en los que me sentí todo un explorador de National Geographic al enfrentar situaciones de peligro extremo. Por ejemplo aquella vez que esquivando un alacrán a centímetros de mis piernas, volví a recostarme en la reposera para ver que en la pileta donde descansaban mis pies había un cocodrilo talibán armado con cañones de plasma, un aire comprimido y cinturones de balines, una hoz en llamas y un RPG de residuos hospitalarios. De no haber sido por Mr Músculo ahora no estaría escribiendo estas palabras. O en la tarde del pasado fin de semana cuando una araña caminó por el cable de los auriculares hasta que se posó sobre el oído izquierdo y cantó “The Antichrist” de Slayer a la par de Tom Araya. Una vez estaba cavando un pozo y me pungueó un colibrí.
No podría dejar de lado aquel día cuando visité la huerta y al acercarme a las hojas de calabaza fui atrapado por ellas y sumergido a la parte de debajo de mi casa, información que para ese entonces escapaba de mis conocimientos. Me remontaron por varios metros, mi remera favorita de Video Match quedó como la indumentaria que sobrevive a un invierno nuclear. Al mejor estilo iceberg, resulta que mi casa continúa por varios metros hasta que comienza a hacer un poco de calor, allí habitan unos seres quienes afirman ser los responsables de mantener los eventos de esta parte del planeta desde hace mucho tiempo. Formaban parte de una extensa comunidad subterránea comunicándose a través de topos en celo que acarreaban sofisticados dispositivos difíciles de describir pero que podrían ser resumidos en “un coso que parece un joystick analógico pero con más botones”. Según me contaron, esta red se encuentra distribuida por varios puntos de la tierra, independientes de las ciudades y demás, mi caso fue muy particular pero hay algunos ubicados en puntos remotos en los que uno dudaría su función pero cuya locación está planificada con el mayor de los cuidados. Todo se rige bajo sus movimientos y no suelen perder este control; aunque, desde luego, hay excepciones. “¿Cómo las guerras mundiales?” pregunté “No” respondieron “Como David Icke, Carlos Menem, Jesús y John Lennon”. Luego me comentaron que si mencionaba esto iba a morir durante noventa y dos años, les dije que todo piola y luego rieron y comentaron “Tampoco somos boludos, che. Huehuehue”. Creo tener alguna otra del mismo calibre pero en este momento se me hace difícil recordarlo.
A modo de conclusión, creo que fue un comienzo bastante extremo, por el momento continúo viendo los bellísimos atardeceres, pero en Youtube, a las cuatro de la mañana.

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